El emprendedurismo y la cultura capitalista – mitos y verdades – Parte 1

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Leandro Castelluccio

El emprendedurismo de forma genérica puede ser entendido como la cultura de emprender, esto es, diseñar y trabajar en proyectos e iniciativas, ya sean culturales, de negocios, científicas o tecnológicas. Estos proyectos pueden tener distintos resultados, como por ejemplo terminar en distintas concreciones materiales, en generación de riquezas, en otros proyectos, o pueden desvanecerse y no resultar de forma esperada, aunque sin dudas, en ambos casos, quedan valiosos y diversos aprendizajes. El emprendedurismo resulta algo positivo para el desarrollo personal, de los proyectos de vida individuales, que pueden tener un impacto a nivel del bienestar colectivo. Distinto es emprender por ser emprendedor, porque se siente como el deber, porque se juzga a nivel cultural como lo importante y lo que da sentido, aunque no sea lo que uno quiera. Hoy en día puede verse esta dicotomía entre “los que hacen” y “los que no hacen”, otorgando valor y autoestima a lo primero. Cuando el emprendedurismo se transforma en eso uno cae esclavo de exigencias indeseadas para ser feliz o perseguir el bienestar personal. Y así, por esta razón y otras, el emprendedurismo suele tener percepciones mixtas, algunos afirmando que se trata de una forma de esclavizar a las personas, de hacerles creer que son valiosas o útiles en la medida que emprenden y generan un beneficio de alto impacto para la sociedad, y otros alentando su practica como forma de auto-realizarse genuinamente. Mayor aun son los desencuentros de opiniones respecto al capitalismo, ese sistema a menudo tan criticado y a su vez fieramente defendido por cierto grupo de personas, donde se juegan las bases filosóficas que permiten en cierta forma la expansión del emprendedurismo, como la libertad para producir y comerciar y la propiedad privada. En este sentido se suelen dar una serie de discusiones, algunas en torno a verdades, otras en torno a mitos o ideas falsas respecto al sistema. Por ejemplo, si el capitalismo no hace rico a la persona pobre, ¿cómo es que los países capitalistas levantaron de la pobreza a millones de personas? Cómo es que la pobreza ha ido disminuyendo a nivel mundial a lo largo de los años y más aun en los países donde el capitalismo ha sido mejormente aplicado? A su vez, tenemos el ejemplo del contrario, los países socialistas o comunistas han implementado políticas contrarias a los principios capitalistas, y ello a significado resultados calamitosos. Lo cual significa que aunque se diga que el capitalismo no es lo mejor, es en todo caso una condición necesaria para garantizar la posibilidad de un mejor nivel de vida, y a partir de allí construir otros modelos. 

En este ensayo, del cual esta es la primera parte, reflexionaré acerca de las razones por las cuales considero se juzga erróneamente al capitalismo, y por qué desde mi consideración de la ética y el bienestar humano, el capitalismo es un modelo de suma importancia y relevancia para optimizar la recompensa personal en el largo plazo.

¿Qué es el libre mercado?

Un gran problema actual que existe en los debates acerca del capitalismo en general es que mucho se habla acerca del libre mercado, pero poco es lo que se habla habiendo definido lo que es. Las personas hablan del libre mercado, del mercado regulado, de que el mercado por sí sólo no garantiza las necesidades de las personas, o de que sí lo hace, o de que el mercado dejado a sí mismo puede resultar destructivo, discriminador, alienante de las personas y su dignidad. Sin embargo, se habla del mercado sin presentar una clara idea de lo que significa, y por las afirmaciones que se hacen, parece que se lo tratar como una entidad abstracta que habita allí afuera en las calles de Wall Street, y se termina haciendo afirmaciones sobre el mismo que no son el caso. 

¿Qué es el mercado verdaderamente? Pues el mercado refiere a los individuos, reales, tangibles, intercambiando bienes y servicios entre sí. No es una entidad abstracta que habita allí afuera, desligada de las personas, el mercado refiere a nosotros, los individuos, intercambiando bienes y servicios. El libre mercado en consecuencia significa individuos intercambiando bienes y servicios entre sí de forma voluntaria, mediante acuerdos establecidos libremente por las partes involucradas, no sujetos a coerción o subordinados a los dictámenes y deseos de otros. El mercado no libre o regulado en consecuencia es lo contrario a lo anterior, significa que en al menos alguna dimensión de la actividad de las personas (dependiendo de los deseos particulares de quienes imponen y establecen conflictos) se da un trato entre individuos que es forzado, no voluntario, subordinado a los intereses o deseos de ciertas personas, un trato donde un tercero impone condiciones justificadas en los deseos particulares de ese tercero, transformando a las personas no en individuos independientes, actuando libremente según sus criterios, sino en medios para un fin determinado.

Entendiendo lo que es el mercado entendemos verdaderamente qué significar la noción de regularlo o controlarlo, significa controlar la libertad de las personas mismas. Si consideramos la posibilidad de alcanzar altos estados de recompensa como criterio ético, lo anterior contribuye a limitar dicha posibilidad y no ayuda a crear un mundo mejor de seres independientes (ver la noción de altos estados de recompensa en mi obra “Proposiciones“).

¿Cómo se justifica éticamente el libre mercado?

En mi obra “Proposiciones” antes mencionada, describo a “los altos estados de recompensa” como criterio ético fundamental, y la posibilidad de los mismos, como criterio para orientar la organización política de una sociedad. En ese sentido el capitalismo se justifica en que permite la posibilidad de tales estados.

El mercado por sí mismo, las personas intercambiando bienes y servicios, no garantiza que lo que desean sea garantizado automáticamente, pero eso es una cuestión de la naturaleza de nuestra existencia en última instancia, no una limitación de un sistema social-económico particular, muchas cosas que queremos hoy en día deben ser por naturaleza creadas, producidas por individuos particulares, ya que de por sí no existen en la realidad como tales. Pensemos en las cosas que los críticos del libre mercado dicen respecto a que el mercado por sí sólo no garantiza trabajo, vivienda, servicios sanitarios, educación, etc., todas estas cosas son ofrecidas, producidas por las personas, la realidad no las brinda por sí sola, y ningún sistema las podrá brindar automáticamente, pues se requiere del trabajo productivo de los individuos para obtener dichas cosas. Que las personas tengan la posibilidad de utilizar bienes y espacios para sus propios fines, que las personas tengan la posibilidad de actuar de acuerdo a sus criterios y que se los defienda frente a la negación de tal posibilidad en un conflicto, es un factor que garantiza que las personas puedan, si lo desean, llevar a cabo acciones para producir tales cosas como vivienda, trabajo, etc. Lo máximo a lo que las personas pueden aspirar es a los altos estados de recompensa, como la autoestima, y es esencial a la autoestima, a la complejidad de lo que podemos hacer y dar a lugar, el hecho de que los individuos logren lo que quieren mediante un trato voluntario con otros, de forma independiente, ya que la dependencia, la fuerza, el conflicto, son formas de negación de la autoestima, no nos apartan de lo fácil, muestran que uno no puede vivir o alcanzar sus metas sin agredir o controlar a otros, la autoestima requiere que uno supere esto.

Ahora, se puede argumentar que no tiene sentido que exista dicha posibilidad en la medida que al mismo tiempo existen personas pobres por ejemplo, este problema es abordado en el ensayo previo “La falacia de la pobreza y la justificación utilitarista de la libertad“, donde destaco que esa dicotomía es en realidad falsa, puesto que la posibilidad de altos estados de recompensa canalizada a través del capitalismo es la forma de combatir la pobreza, además de que el criterio de fondo sigue siendo los altos estados de recompensa, más que eliminar la pobreza en sí, al mismo tiempo que eliminar la pobreza como criterio absoluto aun en detrimento de los altos estados de recompensa de muchas personas no es un estado deseable o que pueda considerarse ético. 

El conflicto va de la mano de una recompensa de corto plazo, que a largo plazo implica un estado destructivo para uno y para los demás. En consecuencia, si uno busca los altos estados de recompensa uno defenderá su posibilidad de utilizar bienes y espacios para sus fines, su posibilidad de actuar en base a sus criterios, o sea, el libre mercado, el capitalismo, de la forma más cercana posible dadas las circunstancias, un sistema de verdadera libertad individual. 

Los grandes problemas en el mundo no son resultado de la libertad individual, sino del conflicto impuesto sobre los individuos, diría que por personas que buscan dicha recompensa fácil, corta, y destructiva en el largo plazo, un conflicto que deja prevalecer el deseo e interés no del más fuerte, el más creativo y capaz, el de mayor autoestima, un mundo dejado a personas cuya destructiva recompensa está en destruir a los mejores, y que termina abriendo paso a la decadencia y la crisis.  

Aquellos que dicen que para garantizar trabajo, vivienda, servicios de salud, etc., no basta el libre mercado, tampoco pueden argumentar que la regulación y el control sirve para garantizar tales cosas, porque tales cosas no se alcanzan mediante conflictos, se requiere del trabajo productivo de las personas, de su inteligencia y competencias, los bienes no se garantizan de forma automática. Y por ello sucede que a medida que controlamos la actividad productiva de las personas con el fin de garantizar estas cosas, se termina limitando considerablemente la posibilidad de que las personas las obtengan, y así el estado óptimo se desvanece. En muchos casos de asistencialismo extremo termina generándose una cultura donde muchos desean en esencia que otros les brindan ciertos bienes y comodidades, y lo toman como su derecho, en el sentido de que las personas deben por obligación brindar esas cosas, dejando de lado la cultura  del trabajo personal, el esfuerzo propio, el desarrollo de competencias, de habilidades, el aporte de conocimientos. Eso está totalmente opuesto a la autoestima, y se ve en situaciones de marginalidad, donde las personas carecen de proyectos personales de vida. Uno no alcanza altos estados de recompensa de esa forma, y a aquellos que son sometidos se les niega los altos estados de recompensa, se les hace vivir no disfrutando plenamente de su tiempo, sino que una parte de éste es robado por otros, manteniendo un sistema de dependencia, donde uno tiene que cargar a sus espaldas con el cumplimiento de los deseos de otros, esto no genera el mismo grado de disfrute, de recompensa a largo plazo, que bajo una situación donde los individuos son independientes y no tienen que cargar obligadamente con los deseos de los demás, donde uno acepta cierta interacción con otro por sus propios intereses, sus propios criterios o por su propio disfrute. 

Un verdadero libre mercado, un verdadero capitalismo, como raramente ha existido, no tiene su razón de ser por una mano invisible que genera los mayores beneficios, ni es un fin en sí mismo, el fin es lo máximo que la vida puede manifestar, los altos estados de recompensa, y sólo un sistema donde uno puede utilizar bienes y espacios para sus fines, donde uno tiene la posibilidad de actuar según sus criterios, donde una entidad como el Estado defiende ante el conflicto, permite tales altos estados de recompensa.

Un sistema económico puede tener una justificación moral, pero en base a un criterio de lo que representa lo moral. Un sistema económico puede tener una justificación según determinado criterio moral, pero puede que no se justifique según otro criterio. Se debe tener en cuenta ese aspecto.

El capitalismo y la dignidad

Muchas cosas se han dicho sobre el capitalismo, como que este atenta contra la dignidad del ser humano, una noción a veces muy difusa, a mi parecer, pues se manipula para ajustarse a los criterios que constatan o rechazan un argumento. ¿Realmente atenta contra la dignidad? ¿Y qué hay de la libertad? Generalmente sucede que esos sistemas más dignos propuestos niegan la libertad de los individuos. ¿Qué sucedía con el estado en que vivían nuestros antepasados hace miles de años? ¿Era acaso una vida digna? No existía el conocimiento y tecnología que tenemos hoy en día, no existía la posibilidad de tratarse de las tantas afecciones que podía padecer un sujeto, conseguir comida era una preocupación esencial, la expectativa de vida era corta, y podemos agregar muchas dificultades, ¿significa esto que por la mayor parte de la historia del ser humano la dignidad humana fundamental de la que tanto se habla no existía? ¿Qué es una vida digna entonces? Lo anterior conlleva el hecho de que el conocimiento y la producción ha aumentado el nivel de vida, si seguimos por este camino, y a un ritmo acelerado, y si la dignidad es una cuestión basada en el conocimiento y la tecnología obtenidos por las personas, podríamos decir que actualmente incluso las personas más ricas, que mayores recursos tienen, no viven dignamente, en comparación con el estándar de vida que tendrán las personas en el futuro. 

La responsabilidad del libre mercado y la pobreza

Le atribuimos responsabilidades al mercado como si fuese una entidad abstracta desligada de las personas, sus ideas y acciones, sobre ciertas cuestiones como la pobreza o riqueza, la presencia o falta de justicia, la desigualdad o igualdad, etc. Como destacábamos antes, el mercado refiere a los individuos y los intercambios que realizan. Si vamos a atribuir responsabilidades al mercado debemos tener en cuenta que son a las personas como uno a las que se les estaría adjudicando responsabilidades, pues el mercado refiere a los individuos. También podemos hablar también de un lugar: “el mercado” (donde se intercambia). Pensemos en estas cuestiones. Si uno inventa un producto y lo intercambia por otro, ¿en qué sentido produce esto pobreza? ¿En qué sentido genera desigualdad? Una cosa es producir e intercambiar y otra cosa es robar e intercambiar cosas robadas. ¿Por qué no hablar simplemente de personas que roban? ¿Por qué todo el mercado sería algo malo? En un mercado libre el robo se penalizaría, un mercado libre no significa que un Estado no intervenga para defender a los sujetos ante el robo. El robo genera pobreza, el robo es combatido. ¿Pero el control y la coerción fuera de la defensa del individuo, de su posibilidad de recompensa, en qué sentido evitan la pobreza? Si consideramos la pobreza como algo indeseable debemos atacarla en serio. Si un sujeto gana 1000 dólares al mes y otro 400, quitarle al primero 300 y dárselo al segundo, teniendo ahora un ingreso igual (700 dólares), no estamos combatiendo la pobreza (sin dudas un ingreso de 400 dólares no tiene por qué significar pobreza, este ejemplo es tan solo para aclarar este punto), la pobreza como tal no es combatida, pues si bien uno de las personas gana ahora 300 dólares más, el primero es ahora más pobre, no hemos combatido la pobreza verdaderamente. La pobreza disminuye cuando quien gana 400 gana más y el primero no pierde por eso o gana aún más. Pensemos como hoy en día se suele hacer énfasis en la desigualdad como problema principal, se habla del problema de la desigualdad, se suelen mostrar cifras e imágenes de cómo viven los mas pobres del mundo en comparación con los mas ricos, y la conclusión a la que se espera que lleguemos es lo malo que resulta la desigualdad. Pero si todos fueran como los más pobres no habría desigualdad y sin embargo no estaríamos en una mejor situación. ¿Por qué? Porque el verdadero problema, la pobreza, que se muestra en esas comparaciones, que esta presente en las mismas cuando se habla de la desigualdad, no es combatida. Por alguna razón las discusiones se centran en lo malo de la desigualdad cuando el verdadero problema, la pobreza, queda en un segundo plano. Y si se afirma que la desigualdad es peor que la pobreza, ¿acaso es preferible que todos seamos pobres pero iguales? ¿Que descartemos el nivel de vida general de las naciones avanzadas pero que seamos iguales? ¿Realmente estaríamos mejor? Y si la desigualdad es lo principalmente malo, ¿por qué no combatirla en otros aspectos, no sólo en los bienes que un sujeto tiene? ¿Por qué no buscar que todos piensen igual, que deseen lo mismo, que se comporten igualmente ante diversas situaciones, aunque se piense pobremente, se desee hacer daño, o las conductas no sean apropiadas para la situación puntual? Habría menos desigualdad en este aspecto, ¿pero estaríamos mejor? Hablamos de un continuo, estamos dando un sentido particular a la igualdad, el de parecido o similitud, pues alguien es igual a otro en un aspecto o no lo es, no hay más o menos, si consideramos la igualdad como equivalencia. Uno puede decir que no debemos descartar el nivel de vida general de las naciones avanzadas pero sí reducir las brechas entre los ricos y pobres, ¿pero qué se combatirá? ¿La desigualdad o la pobreza? Si combatimos la pobreza debemos entender qué implica esto, cómo combatirla verdaderamente, no una apariencia de estar combatiéndola.

La cuestión nunca ha sido la desigualdad o la disparidad de bienes materiales, si los ricos destruyeran sus fortunas, quemaran sus mansiones, sus yates, sus autos de lujo, etc, ¿estaríamos mejor? No. Cuando digo que el problema es la pobreza, digo que este es un problema para los pobres antes que nada. Es un problema para un sujeto si su subsistencia se ve amenazada, si no puede perseguir ciertas metas hasta que no alcanza cierto nivel material, económico, por así decirlo, para poder hacer otras cosas. Habiendo dejado esto claro, no hay nada de malo con que hayan sujetos extremadamente ricos y otros no, pues la desigualdad no es un problema, si las personas logran tener confort material, pueden cultivar autoestima, hacer lo que les gusta, ¿qué problema hay con que alguien gane millones? 

Parece que existe una obsesión con el estatus, la riqueza material o la clase social. No pertenezco a quienes predican la renuncia a los bienes materiales, o hablan de la inferioridad de lo material por sobre lo espiritual, simplemente afirmo que en la cultura actual se le ha dado importancia primordial al producto de lo que verdaderamente es primordial: la autoestima-felicidad. Uno gana dinero como profesor, ese es un esperable y sano producto de la actividad de uno como profesor, si lo más importante fuese solo el dinero que uno gana como profesor, y no la actividad misma de ser profesor, entonces es más esperable que uno considere que debe ganar más y más, millones, cuando ve que otros ganan eso, porque es el dinero lo importante. Es más esperable que uno piense que hay algo que no está bien, cuando lo ideal y lo más importante es la cantidad de dinero que uno gana. Si uno quiere hacer dinero independientemente de la autoestima-felicidad no le espera una buena vida. Esta clase de disociación y reduccionismo material, impera generalmente, según se percibe, en aquellos que afirman que hay cosas más importantes que el dinero, pero que en el fondo parecen estar obsesionados con la clase social y con el nivel económico. Se nos dice que debemos dejar de lado la mentalidad materialista, consumista imperante, y por otro lado se nos dice que las desigualdades materiales es el principal problema que enfrenta la sociedad. Muchas personas,  por un lado, dicen defender y promover la cultura, lo espiritual, se proclaman no materialistas, no consumistas, y por otro están obsesionados con la cantidad de dinero que ganan algunos, y más aun, con la cuestión sobre la cantidad de dinero que deberían de ganar algunos, o con la cantidad de dinero que se debería de expropiar a algunos, etc.

El combate a la pobreza dentro del capitalismo

Si alguien va a hacer algo por la pobreza, debe ser en el contexto de la autoestima y todo lo mencionado antes, permitir el cultivo de la autoestima y cultivarla uno, que haya iniciativa propia, consentimiento voluntario, de lo contrario estaríamos introduciendo elementos negativos a nuestra vida. 

A veces se dice que las personas deben ser obligadas a que entreguen su dinero, mediante impuestos por ejemplo, para combatir la pobreza, aunque uno no esté de acuerdo, bajo el argumento de que si uno no lo hace tendremos una sociedad de sujetos pobres que van a agredir al resto, o sea, va a existir una amenaza contra uno. De esta forma las personas deben ayudar a los pobres para que no les hagan daño. Por un lado, se está haciendo una generalización indebida, pues por el hecho de ser pobre, no significa que uno vaya a incurrir en actos violentos contra otros. Pero además, esto que se plantea no es diferente del concepto de bullying, donde alguien debe acatar las demandas un agresor para que no le haga daño. ¿Y cuál es nuestra actitud frente al bullying? Lo combatimos. No le decimos a la persona que tiene que hacer algo por el agresor para que de esta forma no le haga daño. De la misma forma, tener que ayudar obligadamente a los pobres para que no agredan a las personas no es el camino acertado. 

Las reglas mercantiles y el bien común

Se dice que existen ciertas reglas mercantiles, ciertas reglas que rigen el libre mercado, y que la intervención del Estado sirve para reparar los perjuicios inherentes que conllevan estas reglas. ¿Pero cuáles son estas reglas? ¿Acaso el acuerdo mutuo, voluntario, ausente de conflictos? La intervención del Estado contra este tipo de reglas termina refiriendo casi siempre a que haya conflicto, a la limitación de la libertad en base a los deseos de otros, cuando uno es limitado, no simplemente cuando uno limita la acción de otros (esto sí ameritaría la intervención del Estado, teniendo en cuenta el criterio de los altos estados de recompensa, pues uno está estableciendo un conflicto).

A veces se defiende que la intervención del Estado en la vida económica de los sujetos (cuando dicha intervención establece conflictos) sirve a los efectos de garantizar el bien común, la función del Estado no sería defender ante el conflicto y garantizar la posibilidad de los altos estados de recompensa, sino garantizar el bien común. Ahora, el llamado bien común puede resultar una noción peligrosa. Cuando se piensa en la historia de muchas naciones, resulta que aquellas que han puesto el mayor énfasis en el llamado bien común han sido las naciones que generaron Estados totalitarios, destructivos, como en la Alemania Nazi, el Fascismo italiano, el Comunismo soviético o la China de Mao. El énfasis de dichos Estados parecía no estar puesto en el individuo, en sus posibilidades de recompensa, en su libertad, por el contrario, esto se sacrificaba en nombre del bien común, pensemos en la idea de asesinar a millones de judíos por el “bien” de la raza aria, por un llamado bien colectivo, el bien de un grupo, mientras que el bien individual, la posibilidad de recompensa individual, es eliminada. 

Detrás del llamado bien común parecen esconderse todo tipo de intenciones, todo tipo de intereses, y acciones destructivas son justificadas por dicho bien común. Pero las cosas que resultan un bien, según el pensamiento de un sujeto, lo son para sujetos concretos, para individuos en particular, el bien común parece desligarse de las personas, de los individuos, no suele referir al conjunto de los intereses de cada sujeto en particular, y en realidad parece que se convierte en una fachada para esconder los intereses de algunos, que son impuestos por sobre la libertad y la vida de otros. La noción de sociedad refiere a un conjunto de individuos, estos interactúan entre sí. En este sentido, la sociedad no tiene ninguna capacidad de pensar o valorar, el conjunto de individuos de una nación no es algo que valora, los que valoran son los individuos en particular, no puede haber en este caso un bien de la sociedad, un bien común, en el sentido de algo que es valorado como un bien por una entidad que denominamos sociedad que refiere a un conjunto de individuos, pues el conjunto de individuos no es una entidad pensante en sí misma, lo que piensa no es el conjunto, sino el individuo, los que piensan son los miembros del grupo, cada uno, de forma individual valora, establece lo que es bueno, lo que representa un bien. 

Si “el bien de la sociedad como un todo”, demanda que la vida y la libertad de los individuos que conforman la llamada sociedad sean negadas, ¿cuál es la verdadera utilidad de la noción del bien común? Que las cosas se hagan por el bien común no satisface mi interés ni los de otros, a menos que uno sea un beneficiado, en algún sentido, de la eliminación de la libertad de otra persona. Tomemos, por ejemplo, un tema del que se suele hablar hoy en día: la inmigración. A veces se da a entender, aunque quizás no tan explícitamente, que si los inmigrantes que vienen al país de uno son expulsados por la fuerza y sus libertades limitadas, las personas residentes no deberán preocuparse que estos les quiten “sus puestos de trabajo” (se asume que los puestos de trabajo pertenecieran por derecho a un ciudadano de determinado país, simplemente por ser ciudadano de dicho país, aunque esto no es así), esto se hace por un bien común, se podrá decir, pero esto significa el bien de unos, que demanda que el bien de otros sea eliminado. O sea, las acciones efectuadas por un llamado bien, ya sea un llamado bien común, grupal, espiritual, colectivo, social, racial, nacional, etc., que implique establecer un conflicto, eliminar la libertad de un individuo, atentar contra la posibilidad de los altos estados de recompensa, no por ende son acciones correctas. Las políticas intervencionistas de un Estado en la vida económica de los individuos que implica establecer conflictos, no para defender a los sujetos, sino que generan un conflicto inicial, aunque se diga que se hacen por un bien común, son actos coercitivos que atentan contra los altos estados de recompensa. 

La idea del bien común siempre se acompaña de la noción de que el bien individual, digamos egoísta, es malo, si es así, entonces los intereses particulares, egoístas, de millones de judíos por ejemplo de vivir pacíficamente, libres, sin ser agredidos, era algo malo para los nacionalsocialistas, el deseo egoísta de superación, de vivir mejor, de un inmigrante es malo para todas aquellos que desean expulsarlos, el interés egoísta de un empresario de generar riqueza es malo según los burócratas y otros empresarios que dicen defender la competencia, especialmente si el producto de dicho empresario es mejor que el de su competencia, o es malo para las clases obreras que trabajaran con dicho empresario. Esto se puede aplicar en muchos otros casos. El bien común puede tomar la forma, según el contexto, del bien de una raza, de una nación, de todo un grupo de países, el de burócratas, el de una llamada clase social, de los pobres, del proletariado, de los obreros, de la clase media, o incluso el bien de los empresarios, puede ser el bien de un grupo religioso, del planeta Tierra en general, etc. 

La utilidad de la intervención del Estado

Debemos pensar cuidadosamente cuando se dice que la intervención del Estado en la economía, mediante las regulaciones del mismo, sirven para el desarrollo de la sociedad, pues los avances surgen en esencia (en última instancia) de la actividad individual, esto es, del trabajo de los individuos, de sus creaciones, de sus logros productivos, de lo que son capaces de pensar y las acciones que llevan a cabo. El Estado puede ayudar para financiar un proyecto, sí, pero sin las ideas generadas por los involucrados cualquier ayuda que el Estado quiera brindar no serviría de nada. El Estado puede invertir dinero en un área, por ejemplo, puede capacitar a personas para una tarea, pero eso no serviría de nada sin las habilidades o competencias de ciertas personas, lo que individuos particulares han logrado y que se encargan de instruir a otros. Por otro lado, en el proceso de hacer una inversión, el Estado debe hacerse con el control de la propiedad de otras personas (mediante impuestos por ejemplo), esto atenta contra los máximos estados de recompensa posibles, quizás uno ni siquiera esté de acuerdo con la inversión en cuestión, quizás a uno le parece incorrecta o no deseable, sin embargo uno se ve obligado, en base a la coerción que ejerce el Estado, a financiar tales inversiones. 

Enseñarnos que debemos colaborar, cooperar, que esta es una virtud en este caso, es algo que se vuelve enormemente útil para el Estado, debemos colaborar en dar nuestro dinero, aunque no estemos de acuerdo con lo que se quiere hacer con este. Aceptar la noción de la colaboración puede servir a muchos fines. Si alguien no está de acuerdo en pagar impuestos para un determinado fin, ya sea un fin catalogado de “bueno”, “justo” o “positivo”, se etiqueta a la persona como no solidaria, egoísta, dogmática, etc., y aunque no esté de acuerdo se le cobrará impuestos para dicho fin de todas formas. Si a alguien le hicieran un planteo similar en su trabajo, digamos, que colabore realizando una tarea con la cual no está de acuerdo, o enfáticamente rechaza, al punto de no colaborar e incluso renunciar, uno al menos tiene la posibilidad de no colaborar, al menos se le respeta el consentimiento voluntario y las ideas particulares del sujeto, no se lo encadena a la mesa de la oficina y se lo obliga a cumplir dicha tarea, como a un esclavo. Aunque es verdad que el renunciar podría significar un problema para la persona, ya que se queda sin trabajo, el problema que acarrea no “colaborar” con el Estado es mucho mayor.

Se plantea también que la intervención del Estado sirve para protegernos de las crisis que surgen de la libertad, o sea, del libre mercado. Sin embargo, cuando uno estudia la historia económica de las naciones, parece como si las grandes crisis fuesen fruto de hecho de intervenciones económicas por parte del Estado.

La distribución de la renta es algo que es centro de preocupación por parte del Estado, en especial, la justa distribución de la misma. Un problema es el hecho de que se considera a la renta como algo perteneciente a toda una nación. La renta, en realidad, es lo producido por los individuos y lo obtenido por servicios ofrecidos. Esto no le pertenece a todos, sino a individuos particulares, la propiedad es siempre privada (puede ver mi ensayo previo sobre la propiedadpara ver este punto). La distribución de la renta podría considerarse como una selección cuidadosa de palabras que esconde de hecho un robo, o una apropiación indebida de los bienes de los individuos, que son los verdaderos propietarios de la renta. A uno no le pertenece algo que otro sujeto ha producido, y que a veces ni siquiera uno tiene conciencia que lo ha producido. Uno puede decir que el derecho de propiedad es algo limitado. He hablado de pequeñas excepciones a la defensa ante el conflicto para la defensa de los altos estados de recompensa en mi obra “Proposiciones” antes mencionada, pero fuera de estas reducidas excepciones (como que uno no puede utilizar su hogar para dañar a otras personas sólo porque es la propiedad de uno), ¿cuáles son esas otras limitaciones del derecho de propiedad? Las excepciones de las que hablo van acorde a los altos estados de recompensa y de hecho favorecen la posibilidad de que las personas puedan volver a utilizar espacios y objetos para sus fines. ¿Cuáles son esas excepciones de las que otros hablan? ¿Quién limita el derecho de propiedad? ¿Con qué autoridad? Si un sujeto no tiene la posibilidad de poseer algo, por qué otro sí la tendría, o por qué otro podría arrebatar y poseer sin que el Estado defienda, o con la ayuda del Estado. La propiedad no se elimina completamente, como menciono en el ensayo anterior sobre la propiedad, tan solo en un momento un sujeto se haría con la propiedad de otro. 

Se afirma a veces que un mercado regulado, mediante ciertas políticas, favorece el consumo, lo cual fomenta la prosperidad, pues se facilita que grandes porciones de la población tengan dinero como para comprar. ¿Pero de dónde sale ese dinero? No podemos gastar en algo que no ha sido generado. Quizás esto resulte más evidente en condiciones primitivas, por decirlo de una manera, si estamos en una isla desierta, no podemos consumir un pez sin antes haberlo obtenido (mediante una caña de pescar que hemos de haber confeccionado previamente, por ejemplo). Si ese consumo incentivado del que se habla es en base a la producción de otros, entonces hay un conflicto. Como no podemos consumir sin antes haber producido, quien consume más de lo que produce genera un costo para otro. Eso no puede dar lugar a prosperidad alguna. Si hay dos sujetos en una isla desierta y uno se encarga de brindar materiales para la confección de cañas de pescar mientras que el otro obtiene el alimento gracias a tal material, si el primero empieza a consumir más de lo que produce, o sea, si el alimento que recibe es mayor que el que se puede generar con el material que provee, esto pasa porque hay alimento ahorrado, pero eventualmente se agota, en el proceso eso implicaría un costo para quien obtiene el alimento, el consumo extra del primer sujeto es a costa del alimento del segundo reservado para su propio consumo. Si el consumo extra fuese cada vez mayor eventualmente el pescador ya no tendría alimento para sí, y de no permitirse alimento para sí, ya no podría seguir produciendo. Si fuese un solo sujeto el que obtiene alimento y también los recursos para conseguirlo, que el otro sujeto consuma cada vez más lo producido por éste, eventualmente no podría producir más, no tendría la capacidad de mantener la producción. Lo mismo ocurriría en la civilización, con la diferencia de que estos hechos sobre el consumo y el intercambio, que favorecen o destruyen la producción y la prosperidad, identificables de mejor manera en la isla desierta, no son tan claros y apreciables en la complejidad de la civilización moderna, pero estos hechos no dejan de estar presentes. La prosperidad va de la mano de la producción, antes que nada, y que esta se sostenga o mejore con el tiempo. Un consumo sin producción genera costos, y si se avanza gradualmente en este sentido, el resultado final es destructivo.

El mito de la torta de la riqueza

Se dice que en el libre mercado cada vez más personas reciben menos de la torta (la riqueza de una nación) y que esto genera desigualdad. Se piensa a veces que la cantidad de riqueza es un monto fijo, esto no es cierto, pues la llamada torta puede agrandarse, la riqueza, los valores, disponibles hoy en día, son mayores que hace 200 años, esto es así, al punto de que aunque si uno recibiera menos porcentaje de tal torta, si esta se expande cada vez más, uno puede estar de hecho recibiendo más riqueza en un porcentaje menor de la torta que en un porcentaje mayor de la misma en el pasado. En este sentido se afirma a veces que si quisiésemos igualar a toda la población mundial al estándar de vida del estadounidense promedio se necesitaría por lo menos tres o más planetas Tierra. Esto refleja también la concepción de la riqueza como algo fijo. Los materiales o recursos que la Tierra presenta son finitos sí, pero la potencialidad de los mismos, lo que podemos llegar a hacer con ellos es enorme. Uno cosa son los recursos (finitos) y otra cosa es la riqueza, que tiene un potencial expansivo mucho mayor, y no podríamos decir exactamente que es finita. Si uno estuviese en los principios del siglo XIX, uno podría decir que para tal época, con la riqueza disponible en ese entonces, para que toda la población viviese como los más ricos se necesitarían de dos o tres planetas más, y hoy en día el estadounidense promedio tiene más lujos que los más ricos de la época. ¿Contamos ahora con más de una Tierra? No, simplemente hemos actualizado el potencial de esta Tierra, hemos producido y generado nuevos y más valores. 

Pero hay otra concepción errónea respecto a estos aspectos. Uno no recibe una parte de una torta, uno no se queda con “la riqueza de una nación”, la riqueza es generada, le pertenece a individuos en particular, la riqueza como los nuevos valores generados por las personas. Los individuos sí toman los materiales para generar esos nuevos valores, y pueden hacerlo, y no hay una justificación en la realidad en última instancia que diga que un material le pertenece en sí a alguien en particular si éste no lo ha tomado antes, o a un grupo de personas en particular o a toda la sociedad (ver mi ensayo previo sobre la propiedad). Pensemos en la noción de distribución de riqueza que analizamos anteriormente, los individuos producen antes que nada, lo que poseen es generado, mediante el pensamiento y las acciones. Las personas toman el material que existe en esta Tierra y con ello generan valores. Como menciono en el ensayo sobre la propiedad, algo no le pertenece por naturaleza a un sujeto como una condición de la realidad, uno no tiene una justificación en la realidad de tomar lo que otro ha producido. A veces se proclama que las personas deben recibir más de la torta, ¿pero han producido el valor que quieren obtener? Pues recordemos el ejemplo de la isla, lo que sucede cuando no se intercambia de forma adecuada, y una parte genera un costo para la otra. También, de nuevo, la riqueza no es de una nación, la torta no es algo global en el sentido que le pertenece a todos los sujetos que habitan un país, la riqueza es de individuos particulares y es producida por individuos, algo que uno persona ha generado le pertenece a este, no a todos los miembros de una sociedad, y uno no tiene justificación en la realidad, como un fin en esta, en última instancia, a la cual uno puede apelar para decir que puede hacerse con la propiedad de otro, reclamar parte de lo que otro ha producido (ver ensayo sobre propiedad). 

La necesidad y la capacidad

A veces se afirma que la gente debería recibir (noción incorrecta, uno produce), de acuerdo a su necesidad y no de acuerdo a lo que uno produce. Hemos mencionado que uno produce antes que nada, recibir donde no hay producción puede referir a un acto de caridad o un robo, lo demás es intercambio. Me refiero aquí a valores generados por el individuo, este toma originalmente el material que necesita para producir, este material ya está en la Tierra, no lo genera. En una isla desierta es más evidente como uno no puede obtener estos valores sin producir (si uno no produce una caña de pescar uno no la obtendrá), en una sociedad moderna parece como si fuese más difícil percatarse de ello. Quien obtiene algo según su necesidad, sin producir e intercambiar, está tomando lo que otro ha generado, no puede haber otra forma. Si no hay consentimiento voluntario involucrado en este hecho, lo que hay es un conflicto. Unos así llegan a forzar a otros a trabajar y producir lo que no han producido por su propia cuenta, y esto conlleva un costo para las personas en general, que eventualmente afectará a quienes reciben, pues cuando ya no hay persona que pueda mantener la pesca, dados los costos, el resto se queda sin comida. Si se afirma que el libre mercado no toma en cuenta la necesidad de las personas sino lo que producen, y esto genera desigualdad, el mercado regulado supone transformar a las personas en una forma sutil y quizás encubierta de esclavitud, pero esclavitud de todas maneras, pues se fuerza a personas a dar lo que producen si su consentimiento. Pero además, ¿quién es el individuo iluminado que determina qué es aquello que forma parte de la necesidad de uno? ¿Quién determina lo que es la necesidad de alguien en particular? ¿Y quién se adjudica la autoridad como para decidir lo que alguien necesita y garantizar que se reciba lo necesitado? Hay personas jugando a ser los dueños de otros, que creen legítimo decidir por otros o utilizar a otros como medios para sus fines, y que se adjudican semejante autoridad.

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