©
Leandro Castelluccio
Mitos de la redistribución ¿Qué implica redistribuir?
Hoy en día nos encontramos frente a concepciones erróneas en política teniendo en cuenta lo que una larga historia de información y hechos sobre la evolución de las naciones nos indica.
A la par de esto se da una injustificada posición sobre el bien y lo correcto asociada a nociones como la redistribución de la riqueza por ejemplo. Cabe analizar los términos para ejemplificar más claramente esto. Hablamos de una re-distribución de la riqueza como una acción justa, pero si hablamos de re-distribución, estamos suponiendo que ha habido una distribución anterior de la riqueza, y asociamos que esta ha sido injusta. Pero entonces nos podemos preguntar ¿quién ha sido el distribuidor de la misma? Pues si hay distribución, una forma de pensarlo es que hay alguien que distribuye, o podemos decir que la riqueza se distribuye, de forma pasiva, ¿significa esto que la riqueza sigue un curso propio independientemente de las personas? No parece que hubiera ningún distribuidor que repartiera la riqueza, más bien uno diría que los sujetos toman para sí la riqueza, la redistribución posterior sería más bien distribución, la primera que hay, y aquí vendríamos a decir que la toma de la riqueza ha sido injusta.
Pero pensando en un tiempo no muy lejano donde no existían digamos las computadoras, ¿cómo hicieron individuos particulares para tomar una riqueza que no existía? ¿Cómo pudo haber una toma injusta de algo que no había? Pues aquí está la otra cuestión, dicha riqueza se generó, no se tomó, se tomaron sí los elementos que luego fueron reorganizados para dar lugar a las computadoras, pero elementos que fueron a su vez creaciones, otras organizaciones de materiales existentes en la realidad. Las personas sí toman recursos propios en la naturaleza sin explotar.
La verdad es que los sujetos toman objetos de la realidad y los utilizan de acuerdo a sus fines para generar otros bienes, que luego mantienen o intercambian por otros. Lo esencial aquí, y teniendo en cuenta algunos aspectos sobre la propiedad como he desarrollado en un ensayo previo (“¿Qué es exactamente la propiedad?“), es que uno puede producir y conservar bienes, utilizar ciertos objetos y espacios en la realidad de acuerdo a sus fines, no hay justificación en la realidad en última instancia para decir que alguien no puede hacerse con la propiedad de algo.
Las cosas no pertenecen en sí a todas las personas, esto implicaría una especie de conexión mística inexistente que exprese propiedad entre un objeto y una persona, la riqueza es de individuos particulares, y un sistema que defienda al individuo asegura la propiedad en función de la recompensa. Uno no tiene justificación en la realidad en última instancia si dice que la riqueza de otro le pertenece, si esta riqueza no fue hecha propiedad suya en primer lugar, y estuvo en función de los fines de otro desde un principio, no hay razón en la realidad en última instancia que diga que deban dársela a uno, esto negaría de hecho los altos estados de recompensa posibles, uno podrá hacerlo si lo recompensa, pero no lo llevará a altos estados de recompensa (en este aspecto se profundiza en mi obra “Proposiciones“).
Así una entidad, como un Estado que distribuya riqueza considerándolo algo justo está de hecho injustificadamente considerando que tiene el derecho o deber (como entidad abstracta en la realidad) de hacerse con la propiedad de otros. Puede estar considerando a su vez que la riqueza no pertenece en un momento dado a individuos particulares, sino al conjunto de las personas, todas las cosas son de todos, lo cual no es el caso (ver en el ensayo previo “¿Qué es exactamente la propiedad?“).
Por otro lado, nuestro lenguaje cae en imprecisas denominaciones. Pensemos cuando los sujetos hablan de alguien con riqueza como que ha sido favorecido, como si alguien hubiese dado favores a esa persona, como si la riqueza fuese fruto de favores que alguien con riqueza otorga a alguien que no la tiene, esto al menos es una forma de entenderlo. Y sin duda en nuestra sociedad hoy en día, de forma institucionalizada, existe esta forma de tener riqueza, mediante favores, que va de la mano de un conflicto antes establecido donde se le ha quitado la propiedad a otra persona, que va a parar a las manos del favorecido. Y así existen personas favorecidas, grupos de sujetos que viven a consta de lo producido por otros, pero esta clase vive en ámbitos variados, pueden no presentar mucha riqueza o sí, tener mucha riqueza no es una demostración de haber sido favorecido, los hay dentro de los más ricos, pero los ricos tienen su riqueza o parte de la misma de esta forma por naturaleza, ni las personas pobres económicamente tienen lo que tienen mediante favores por naturaleza. Tener riqueza acorde a los altos estados de recompensa implica enfrentarse a dichos favores que implican la apropiación de la riqueza de otros, algo por lo que el Estado no toma partida en todas las circunstancias, y es más promueve y ejecuta dicha apropiación.
De forma más abstracta se habla de una clase favorecida, y aquí se suelen comenten dos errores que alteran una visión más objetiva del mundo. Por un lado se piensa en ciertas personas como favorecidas por poseer la riqueza que tienen, lo cual como se mencionaba muchas veces es incorrecto. Y lo segundo se forma una abstracción donde se agrupan en una clase de personas a dichos favorecidos, lo cual conlleva un problema adicional, y es la propensión a empezar a atribuir ciertos mismos rasgos a la totalidad del grupo el cual es definido en base a solo un criterio, el de que ha sido favorecido. Sucede en múltiples ámbitos, generalizamos ciertas conductas o características a todo un grupo cuando solo un menor porcentaje del mismo presenta y comparte tales rasgos. Un error adicional surge cuando lo anterior se asocia a separar de forma rotunda a tales personas de uno en base al criterio de lo bueno o malo. O sea, uno puede considerar que los favorecidos y/o quienes favorecen actúan de forma inmoral, y uno actúa de forma moral por oponerse a eso, luego uno empieza a generalizar a aquellos que son parte del grupo la característica de actuar de forma inmoral, porque se consideran favorecidos, cuando en realidad no lo son o haya un matiz en el hecho de no ser conscientes de su conducta y las consecuencias que tiene.
La colaboración y el mayor bienestar
Se afirma muchas veces que en ciertos casos o en la mayoría, colaborar con otros y dejar de lado el interés egoísta genera un mayor bienestar que si todos actuaran por su interés egoísta. Esto no es así, pues no tomamos en cuenta el contexto, y es una expresión de un error fundamental: el considerar que el interés egoísta, en el sentido de lo que uno más desea y busca conseguir, que implicaría un alto estado de recompensa para uno, refiere a seguir una determinada alternativa en el corto plazo. Esto es un error, para tal interés de uno debe tenerse en cuenta el largo plazo.
Se piensa, por ejemplo, que si en un equipo de football todos quisieran ser el goleador y todos buscaran hacer goles en un partido, las cosas no irían muy bien para ese equipo, no habría una estructura y organización acorde al juego, pues este no está pensado para que todos conviertan un gol. Un equipo con tales jugadores probablemente perdería y quizás ninguno convierta siquiera un gol. De esta forma se considera que si todos buscan el interés egoísta los resultados son desastrosos, y así uno debe colaborar y dejar de lado ese interés egoísta. Pero debemos considerar el largo plazo cuando hablamos del interés egoísta.
Pero si uno piensa que satisfacer el interés egoísta es acerca de seguir una determinada alternativa en el corto plazo, uno se equivoca, además que es un error generalizar lo que es más beneficioso para uno fuera del contexto, pues un equipo de football representa una estructura en particular cuyas reglas no necesariamente se aplican en otros contextos o estructuras sociales. Si los jugadores del equipo desean ser goleadores, en todo caso deben buscar mejorar sus habilidades ofensivas, demostrarlas en el juego, buscar cambiar de posición con el tiempo hacia puestos donde se tenga más probabilidades de convertir goles, posiblemente buscar otros equipos que lo tomen a uno en tales posiciones o donde uno tenga posibilidades de llegar a tales posiciones. Así, con el tiempo, en el largo plazo uno puede satisfacer ese interés egoísta de ser el goleador del equipo. Teniendo esto en cuenta podemos percatarnos como de hecho si en un partido uno que es defensor se lanza al ataque, buscando esquivar a todos los rivales, para convertir un gol, donde termina entregando el balón al contrario, dejando su lado de la defensa vulnerable, el jugador está de hecho dificultando la satisfacción de su interés egoísta, más si lo hace repetidas veces, pues esa movida imprudente, arriesgada, probablemente le cueste una sanción por parte del director técnico, y quizás éste remueva al jugador del equipo titular, y su imprudencia será una carga en su historial deportivo, quizás otros equipos no lo deseen contratar. Será más difícil así que el jugador pueda con el tiempo llegar a ser un goleador.
Tanto la colaboración como la competencia tienen que estar en función de los altos estados de recompensa, no hay un tipo que sea inferior o superior a otro, colaborar no siempre será lo mejor, lo mismo con la competencia.
Colaborar no significa no ser egoísta, esto suele ser una malinterpretación común, quizás impulsada por la noción del egoísta que engaña y manipula a otros para obtener un beneficio. En el corto plazo ese egoísta se sentirá atraído para engañar, pero en el largo plazo ese tipo de decisiones no son buenas. Esto es lo central, el tipo de recompensa en juego, no si es algo egoísta o no. Quien colabora también es egoísta, en el sentido de que siempre hay alguna recompensa que se manifiesta en uno mismo, uno no hace algo por una recompensa que está en otro, podemos hacer algo que recompense a otro porque eso nos recompensa.
Por otro lado, a veces la colaboración no sería la opción correcta. La competencia sería la mejor alternativa en muchos casos de no ser porque existe la posibilidad del engaño o una estrategia contraria a la colaboración por parte de otras personas, como se ha planteado en el dilema del prisionero. Dentro de lo que es teoría de juego, se ha sugerido que la opción más racional (en el sentido de maximización del beneficio, dada la situación) es la no colaborativa en casos donde es potencial el engaño, puesto que de optar por la colaboración habrían mayores pérdidas si el otro no colabora. Se ha tomado esto para concluir indebidamente que es racional optar por no colaborar en varios escenarios, donde de hecho, la situación no es como el caso del dilema del prisionero, y se ha querido aplicar esa situación específica a la vida cotidiana, donde el escenario es diferente muchas veces en varios aspectos. En la vida cotidiana de las personas y las naciones, teniendo en cuenta el corto y largo plazo, en el largo plazo, si uno no es colaborador cuando es beneficioso serlo, teniendo en cuenta los altos estados de recompensa, uno no va a tener mucho éxito y beneficios. Mientras exista una sólida defensa frente al conflicto, frente al engaño y fraude, la sociedad no va a tender a la opción de engañar, puesto que los beneficios potenciales quedan en el corto plazo, en el largo plazo hay pérdidas, tal estrategia no va a ser seleccionada por mucho tiempo.
La cuestión de la competencia y la colaboración es más compleja que simplemente decir que una cosa es buena y la otra mala. Colaborar con criminales, regímenes autoritarios, déspotas, etc., no es beneficioso en el largo plazo, por ejemplo, y puede que tampoco acarree un beneficio en el corto plazo para uno.
La misma cuestión del corto y largo plazo se aplica a otras situaciones. Puede que en un momento cierta alternativa no sea la más adecuada, eso no significa que uno está dejando de lado ese interés egoísta, por el contrario, puede ser favorable a éste, teniendo en cuenta el largo plazo. Este error al considerar el interés egoísta con el corto plazo es peligroso, porque se llega a la conclusión de que uno no debería buscar ser un goleador, que el interés egoísta tiene consecuencias desastrosas, el resultado es vivir pensando que debemos conformarnos con ese “mayor bienestar” del que se habla, que de hecho no es un bienestar mayor en el largo plazo, si terminamos viviendo insatisfechos, dejando de lado nuestras aspiraciones.
Esto se aplica a nivel político y económico, se insiste muchas veces en la colaboración, en dejar de lado el interés egoísta, considerando que si se dejara a las empresas buscar nada más que la ganancia, todos estaríamos en un peor estado, por lo que se debe garantizar un “mayor bienestar” que el que se conseguiría si se siguiera el interés egoísta. Y en consecuencia, muchas veces se ataca, mediante regulaciones, tal interés egoísta, aunque sea considerado el largo plazo, y las acciones de los individuos estén de hecho llevando a mejores niveles de vida. Tengamos en cuenta el ejemplo del equipo de football, las empresas pueden perjudicar y perjudicase por considerar que el interés egoísta, y lo mejor, está en seguir una alternativa determinada en el corto plazo. Si una empresa vende un producto defectuoso, y considera que lo mejor es obtener ganancias ahora que en el futuro cuando el producto ya va a ser obsoleto por nuevas tecnologías, por ejemplo, eso no significa que seguir el interés egoísta lleve a menores niveles de bienestar, tengamos en cuenta el largo plazo y qué significa en este caso lo mejor para uno. En el caso anterior, la reputación de la empresa se vendrá abajo, probablemente pierda dinero con numerosas demandas y todo el emprendimiento terminará siendo un desastre. El mayor interés egoísta (en cuanto a los mayores beneficios en el largo plazo) está en mejorar el producto, innovar, ser más eficientes, y así obtener ganancias y una buena consideración por parte de los compradores, esto requiere trabajar a largo plazo.
Uno no debe dejar de lado el interés egoísta, no podemos vivir en un estado perpetuo de tan solo conformarnos con ese “mayor bienestar”, debemos aspirar a largo plazo a hacer lo que nos gusta, estar con quienes más amamos, disfrutar de la mejor alternativa, no conformarse con menos. Quizás la opción que más recompensa no siempre es un camino fácil y seguro, quizás la alternativa es más sencilla, pero la contrapartida es que no recompensa tanto, pienso que debemos aspirar a lo más alto a largo plazo.
El Estado debe defender de forma eficiente
No desconectado de lo anterior está el tema del comportamiento del Estado en torno a garantizar la posibilidad de altos estados de recompensa, asegurar que las personas puedan seguir tal interés egoísta en el largo plazo.
¿Cómo se institucionaliza la posibilidad de los altos estados de recompensa para las personas de forma eficiente? Antes que nada el Estado debe defender ante conflictos, cuando se niega la posibilidad de uno de usar espacios y objetos para los propios fines. Luego existen algunas excepciones a dicha regla (para indagar sobre estos aspectos puede consultar mi obra “Proposiciones” o los ensayos previos “¿Qué es exactamente la propiedad?“, “La falacia de la pobreza y la justificación utilitarista de la libertad” y “El emprendedurismo y la cultura capitalista – mitos y verdades – Parte 1y Parte 2“).
Particularmente quiero destacar aquí que cuando una persona utiliza la propiedad de otro, por ejemplo, sin que el propietario lo sepa, la primera no podría determinar si está o no en el fin del otro que eso suceda, de forma teórica debemos tener en cuenta la posibilidad de existencia de un fin en un propietario en particular que avale que otro utilice su propiedad. O sea, no sabe si habría o no conflicto. Este punto es relevante para una entidad como el Estado, si de hecho la persona atenta contra la propiedad del sujeto, la persona agredida tratará de defenderse una vez que tome conciencia del conflicto. El Estado para garantizar una buena defensa debería considerar un caso como este con el factor detrás de este, la conciencia del conflicto, como si en efecto existiese conflicto, para aquellas cosas que tienen ya cierta probabilidad de implicar un conflicto. Actuar sin la conciencia del otro no significa que no se establecería un conflicto, al tomar conciencia lo habría. La defensa del agredido, para ser efectiva, por parte del Estado, debe presuponer que en casos como el anterior, habrá conflicto.