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Leandro Castelluccio
Imagen de portada: El Astrónomo – Johannes Vermeer (Imagen tomada de: link)
¿Qué es la prosperidad?
A lo largo de la historia han existido momentos de expansión cultural y social, donde las distintas facetas de la actividad humana, como la ciencia, la filosofía y el arte, avanzaron hacia nuevos horizontes de descubrimiento y creatividad, impulsando a su vez el comercio y la prosperidad económica. Este proceso ha sido acompañado de cierta estabilidad y libertad política, donde la democracia y el sistema republicano han jugado un papel importante. Podemos nombrar la antigua Grecia y Roma o el Renacimiento y la Ilustración.
Paralelamente a estos hechos han existido deseos de prosperidad, de utopías donde la felicidad y la abundancia serían mayores aun de lo conocido hasta entonces. Pero no siempre esas utopías significaron verdadera prosperidad, el modelo racial del nazismo o el comunismo soviético son ejemplos de la naturaleza destructiva de ciertas ideas, consideradas de orden utópico. De modo que no cualquier cosa implica prosperidad.
Podemos tomar como criterio de prosperidad aquel estado cultural y social caracterizado por mayor felicidad y libertad personal, medido por criterios objetivos, donde la vida de cada miembro de la sociedad está cada vez mejor en cada ámbito posible del desarrollo humano, ya sea en la ciencia, las artes, la salud, la seguridad material, etc.
Niveles de complejidad
Una sociedad próspera esta cimentada en capas progresivas de complejidad, donde un avance lleva a otro, aumentando las posibilidades culturales, tanto personales como sociales. Así como podemos ver más lejos porque nos paramos sobre hombros de gigantes (parafraseando a Newton), cada aspecto complejo de nuestras vidas depende de haber conseguido otros pasos anteriores. Así, como está la escuela, el secundario y la universidad, también cognitivamente un comportamiento complejo, de carácter ético o moral, creativo, intelectual o sabio, depende de haber transitado y alcanzado logros previos a nivel de nuestro desarrollo. Es así, que el avance de la marginalidad en una sociedad tiene mucho que ver con la pérdida de niveles de complejidad, capas sobre capas, donde se va construyendo una cultura y sociedad compleja y próspera. Cuando vamos perdiendo niveles de complejidad, cada vez vamos hacia estados donde priman emociones y aprendizajes básicos, donde la autorregulación falla y se está más propenso a la violencia y todo tipo de vulnerabilidades. Lo que se ha avanzado en educación se pierde y la complejidad comportamental que podemos esperar se reduce. Y del individuo a la sociedad pasa lo mismo. Cuando se destruye o se pierden ciertos avances culturales, de no revertir el proceso, lo que va quedando es cada vez menos complejo y útil para la felicidad y bienestar de las personas. De esta forma una sociedad y su cultura decaen y ya no son prósperas o no prosperan.
¿Cuáles son entonces los aspectos fundamentales para construir niveles de complejidad? ¿En qué se basa fundamentalmente la prosperidad personal y de una sociedad?
Ética vs Inteligencia ¿Qué hace que una sociedad prospere?
La ética y la inteligencia suelen ser dos cosas que las personas muy a menudo indican que falta cuando la sociedad no prospera, ni cultural, ni económicamente, cuando se dice por ejemplo que hay corrupción y desigualdad, que la pobreza aumenta y no se combate, que “en el país las cosas no se hacen bien”, “que lo que falta es inteligencia, personas inteligentes”, “que las cosas están como están porque la gente es codiciosa y corrupta”, “que faltando cabeza el país nunca se va a desarrollar”, “que la sociedad no va a prosperar mientras la gente no sea respetuosa y cívica”. Por un lado tenemos la dimensión de la conducta ética o moral, y por otro el tema de la inteligencia individual. ¿Pero son la inteligencia y la ética cosas separadas? A menudo se confunden ambas, pues se dice que las personas no son inteligentes (“no tienen cabeza”) cuando se comportan de forma no-ética.
Pongamos un ejemplo. En muchos lugares el transporte público depende de que personas adquieran un boleto, pero no se controla a las mismas cada vez que toman un metro o un bus. ¿Es una jugada inteligente para la persona usar el transporte sin pagar? Nadie lo está controlando. Diríamos que no es ético, pero tampoco es inteligente, la situación óptima no es alcanzada, tal como lo expone la teoría de juegos, pues el hecho de que haya personas que no paguen termina forzando la situación de mayores controles, generando más gasto en ello, con lo cual muchas veces el boleto termina siendo más caro para el usuario. Este es un buen ejemplo donde la confianza interpersonal y la colaboración hace que el beneficio sea mayor que si uno actúa por beneficio personal a corto plazo, desconsiderando al otro.
De modo que la inteligencia y moral parecen ir de la mano, pero no siempre una persona sumamente inteligente es altamente moral. Existen personas con un coeficiente intelectual superior que son más propensos a mentir, ser desleal y cometer actos ilegítimos o ilegales. Muchas veces existe en una persona el uso de una alta inteligencia para engañar y manipular a favor de intereses personales, aun en detrimento de otros. De ahí que tenemos el concepto de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, donde podríamos concebir la capacidad de ser moralmente inteligentes, aunque este autor no ha incluido dicha inteligencia en su lista. A veces un código moral es algo adquirido por tradición, conlleva una sabiduría colectiva culturalmente heredada y no depende de una construcción personal que implique usar la propia inteligencia. Hay una gran variedad de manifestaciones culturales (y morales), y naturalmente algunas mejoran la calidad de vida de las personas y otras no (hay códigos morales que impactan negativamente).
Entonces, ¿tienen los países menos desarrollados personas menos inteligentes y/o menos éticas? Aquí hay un tema importante, que es el tema del sistema de incentivos. Como mencionamos en el ejemplo anterior, el resultado óptimo se basa en la confianza interpersonal y la colaboración. Dentro de la teoría de juegos, sucede que cuando las personas transgreden y se comportan como el sujeto que utiliza el transporte público sin pagar, terminan obligando a los cívicos (aquellos que actúan de modo respetuoso con las normas sociales) a transgredir, en el caso de que no se evite o se impida eficientemente la mala conducta, y así la sociedad degenera en su civismo y conducta moral.Visto de otro modo, el civismo y la conducta ética puede ser mantenida en la medida que los trasgresores sean mantenidos a raya, si en una sociedad los sujetos empiezan a trasgredir y no hay mecanismos eficaces que desestimulen la trasgresión, se genera una reacción en cadena que termina desarmando el estatus cívico de una sociedad. Si una persona sabe que existen muchas personas que intentarán sacarle algún provecho mediante el engaño o la conducta no-ética, es más probable que uno tenga que engañar o trasgredir de algún modo o implementar controles para evitar que el otro tome ventaja por sobre uno o lo perjudique. Es la situación del dilema del prisionero donde podemos esperar que el otro no va tener una actitud de confianza interpersonal. Así, la falta de civismo conlleva menores niveles de prosperidad.
El punto es, la inteligencia juega un papel clave en el desarrollo cultural, productivo y económico de una sociedad. Pero quizás la ética juegue un papel primordial (fruto de la inteligencia aplicada a este ámbito). Pues, personas inteligentes y productivas siempre van a haber en una sociedad. A un país económicamente subdesarrollado no le faltan personas inteligentes, lo que no tiene generalmente es un sistema ético acorde a la aplicación de la inteligencia que naturalmente se encuentra entre los miembros de una sociedad, por lo que difícilmente la misma logre prosperar. A su vez, el civismo y la ética tienen un poder económico en sí mismo, pues muchas cosas se ahorran en una sociedad altamente cívica, como en el ejemplo anterior.
El problema de los valores éticos
No toda moral o ética es buena. No lo es cuando atenta contra el bienestar de la persona. Pensemos en ciertos códigos morales prevalentes en el nazismo o comunismo que afectaron la vida de millones de personas.
La pregunta es: ¿cómo llegamos a una buena moral y civismo acorde con la prosperidad? ¿Es acaso gracias a la inteligencia? La inteligencia no debería ser sobreestimada, la persona inteligente es tan capaz de percibir cosas en la realidad que otros no ven como crear cosas en su mente y adjudicarlas a la realidad. Tanto las cosas buenas como las malas han emanado de grandes intelectos. La diferencia está en la racionalidad de ciertas ideas que la inteligencia ha identificado, y como estas han o no prosperado.
Una sociedad es tan buena como sus ciudadanos. De lo individual pasamos a lo colectivo. ¿Qué hace entonces que una persona prospere y cómo esto se traslada a la sociedad?
Ubi dubium veritas vincit – dónde hay duda la verdad impera
Existe una trinidad del sujeto que hace a una sociedad avanzada y en la cúspide de la misma esta la duda. Donde hay duda la verdad impera. Lo que pareciera ser una paradoja, es un hecho histórico probado. Una sociedad abierta donde no solo dudar del paradigma y status quo reinante esté permitido sino que el dudar se lleve a cabo de forma sistemática, es una sociedad abierta expansiva en su prosperidad. La idea es muy sencilla, podemos considerar como ciertas o falsas las creencias o ideas prevalentes en una sociedad, o las cosas que las personas afirman en general, sin cuestionar o apelar a la evidencia que respalde las afirmaciones. Cuando la duda entra en juego, las mentiras caen, lo irracional se deja ver y eventualmente la verdad prevalece (aunque contingente a la evidencia disponible). Vivimos en un mundo apegado a ciertas afirmaciones y creencias, a sistemas de creencias encausados en religiones o fieles a ideologías seculares diversas, ya sean políticas, económicas o sociales. Pocos son escépticos o cuestionan las ideas o creencias. Donde hay duda gana la verdad, donde gana la verdad, la mentira y el engaño pierden, y todo aquello respaldado por el engaño que perjudica al ser humano cae.
La duda es la base, a mi criterio la filosofía de fondo sería centrarse en el conocer, no en la idea o lo conocido. Esta duda moldea la rectitud moral (segundo aspecto de la trinidad) y la sabiduría o sapiencia (tercer aspecto):
Tomemos el ejemplo de la religión y la ética. ¿Puede una sistema de creencias encausado en una religión ser una base sólida para una conducta ética o moral elevada, justa y acorde a la felicidad humana? Muchos creen que sin un Dios no hay base sólida para la ética, pero fuera de esto, el problema con fundar la ética o la moral en la religión y en las creencias que implica es que llega un punto donde la conducta moral adecuada (que es naturalmente acorde a la felicidad) choca contra una creencia o corpus de creencias, conflictividad donde suelen perder las personas involucradas por mantener una conducta acorde a las creencias. Tomemos el ejemplo de la homosexualidad.Muchas religiones ven esto como algo anti-natural y desviado de las creencias básicas de su doctrina. Y esto afecta la visión de las personas educadas en dichas religiones, al punto de interferir en el afecto, cuidado y relación humana natural que tienen los padres con sus hijos, por ejemplo si uno de los hijos resulta ser homosexual.Esto los vemos en las religiones todo el tiempo, la puja entre cuestiones naturales de la naturaleza humana asociadas a la felicidad y ciertas creencias que deben ser respetadas. ¿Cuál es el problema de trasfondo? Que la duda no es la base epistemológica de las personas, sino la creencia en la verdad de algo sin ser cuestionada y respaldada por evidencia, como lo es una creencia. De esta forma, tener una religión y creer en Dios no es una condición de seguridad de que la persona actué con una ética avanzada acorde a la felicidad humana.
Tomemos el ejemplo ahora de las ideologías seculares y la ética. Lo mismo sucede cuando las personas se aferran a ciertas ideologías, movimientos políticos, o nociones éticas seculares sin dar cabida a la duda. También los intelectuales, los agnósticos o ateos que se aferran a ciertas ideas o ideologías caen en el mismo error, de la misma forma que el religioso se aferra a las creencias, considerando su verdad sin poner la duda por encima. Pensemos en la cantidad de movimientos ideológicos que han resultado en los mayores actos atroces contra el ser humano, la agresión tiene un gran componente de arrojarse el derecho de estar en lo cierto y desechar la duda y el escepticismo. A veces las personas se sumergen tan profundo en las ideas, en lo intelectual o en lo teórico, que pierden contacto con el sentido común y la experiencia directa, con las cosas que resultan prácticamente obvias al observar la realidad o el contexto de uno.
En cierta forma el problema de la agresión, la violencia o el conflicto no es un problema de extremismo. En cuanto a nuestras posturas, ser extremo es ser coherente con lo que uno piensa, aunque es cierto que mantener posturas intermedias puede ser más certero o llevar a mejores caminos en ciertos contextos. Pero ese es otro aspecto del asunto, lo que manifiesto es que el problema que suele confundirse con el extremismo es el de arrojarse el derecho de estar en lo cierto, en cierta forma creerse Dios (que todo lo sabe) hablando en un sentido metafórico, eso es lo que puede llegar a incentivar el inicio de violencia y conflicto, porque genera en uno una legitimación de sus actos, y si bien las religiones tienen ese problema de la creencia, han sabido formular el problema de creerse Dios, esto es un pecado en diversas religiones y en mucha literatura secular, pues muchas veces lo metafórico y religioso y espiritual contiene este tipo de verdades, todo un increíble proceso de pensamiento que no es tan lineal por decirlo de una manera.
El balance es importante. Lo teórico al extremo nos desapega de observaciones obvias y mucha espiritualidad también puede terminar en cuestiones ilógicas. La ausencia de infalibilidad nos debería llevar a una actitud de retracción o cautela frente a iniciar una determinada acción en base a creencias absolutas. Un poco quizás el planteo de Bertrand Russell sobre no imponer algo que puede estar equivocado. Pero esto no es lo único, la cautela debe ir de la mano de una inclinación hacia la redención, de uno mismo o de otros. Por ejemplo, a veces se ha planteado que si supiéramos a ciencia cierta si una persona a matado a otra entonces la pena de muerte se justifica, porque se dice, esa persona pierde el derecho a la vida por lo que ha hecho y además se sabe, pero también es inhumano asesinar al culpable, y eliminar toda posibilidad de redención o destinos alternativos para esa persona. Por lo que la certeza absoluta tampoco es un visto bueno para cometer ciertos actos o afirmar ciertas acciones.
Cuando no somos capaces de poner en duda una afirmación, de cuestionar las ideas y buscar evidencia, cuando no somos capaces de desapegarnos en cierta forma de las ideas y que estas no se conviertan en una parte más de nosotros que debe ser defendida como si nos atacaran como personas, entonces el acto inmoral termina triunfando sobre el acto moral.
La perspectiva que planteo no es buscar directamente pensamientos más racionales, ni dejar pasar los pensamientos u obviarlos, sino primordialmente tener una actitud escéptica ante los pensamientos y las ideas, eso significa entender el carácter difuso y evasivo de la verdad, que suele llevar tiempo encontrar. De esta forma, re-evaluar la propia afiliación a las creencias e ideas, no considerar o actuar como si un pensamiento o idea fuera cierto, tener una actitud desligada (que la identidad personal no pase por una creencia, ideología, religión o movimiento político), pues la verdad es siempre contingente, lo que debe premiar es la duda y en el fondo una vocación por el conocer, por la observación y la búsqueda de la evidencia, no una vocación por lo conocido, en todo caso lo conocido (la idea, la creencia) debe jugar un papel secundario. Como lo planteaba Carl Sagan en su “Kit Escéptico” no encariñarnos con las hipótesis sólo porque son nuestras. Agregaría no encariñarnos con las hipótesis e ideas en general.
Bajo el paradigma anterior de la duda, cabe re-evaluar la paradoja de la tolerancia, no tolerar la intolerancia, ¿pero que pasa cuando creemos que el intolerante es el otro, cuando en realidad somos nosotros mismos? La tolerancia no escapa del problema del error y la consideración de que estamos en lo correcto, dejando de lado la duda. Actualmente bajo la noción de no tolerar la intolerancia se fomenta la censura en vez del debate abierto de ideas.
De nuevo, más allá del tema de la duda, la cuestión es centrarnos en el conocer en vez de lo conocido, un cambio de paradigma, hasta de corte espiritual, que da para una reflexión mucho más grande, y que no es el punto en este ensayo discutir, pero si tener presente que otro camino es posible de transitar, un camino distinto al que se ha venido aplicando y que sólo pocas veces ha visto la superficie.
¿Qué pasa entonces cuando la sabiduría y la moral se unen bajo la guía de la duda? Surgen los valores ejemplares y la sociedad prospera.
La duda alimenta la verdad en el largo plazo. La verdad impulsa la ciencia y los descubrimientos. Pero antes de eso impulsa la sabiduría. El centrarse en el conocer en vez de lo conocido la hace a uno más sabio. Esa sabiduría se refleja en los valores morales, al mismo tiempo que los mismos reciben el beneficio de la duda en sí mismos. Este enfoque epistemológico conlleva naturalmente a una serie de progresiones en la complejidad cultural y apertura de una sociedad, con el consecuente aumento de la prosperidad, como se ha podido vivenciar en distintos períodos de la historia (antigua Grecia y Roma o el Renacimiento y la Ilustración).Y cuando más abierta a la duda es una sociedad mayor prospera en sus actividades, y así surgen una serie de valores: la rectitud, el civismo, la democracia, la libertad, la búsqueda de la felicidad, el diálogo, la confianza interpersonal, entre otros. Y la cultura se hace grande y muchas cosas buenas son posibles a partir de allí.
Pero al igual que han habido expansiones culturales y la sociedad ha prosperado, las mismas culturas han decaído y las sociedades menguado. Entonces, ¿tiene sentido construir una sociedad ejemplar? Las sociedades ejemplares han nacido y desvanecido, los remanentes del Renacimiento y la Ilustración parecen ir perdiéndose en muchos ámbitos. Si uno lo ve desde la filosofía oriental, cuando surge algo su opuesto eventualmente llega y cobra fuerza hasta quizás suplantarlo. Parece que dicho proceso es algo inherente e inevitable en el hombre, ¿pero es esto verdaderamente así? La cuestión está en que si no se impide la transgresión como remarcábamos antes, se genera un efecto en cadena donde el civismo decae, y con ello la cultura y la prosperidad de la sociedad. En este sentido depende de nuestra propia rectitud combatir los impulsos por destruir esos valores dela democracia, la libertad, la búsqueda de la felicidad, el diálogo, la confianza interpersonal, entre otros, donde cada vez se nos quiera imponer certezas en vez de cuestionar abiertamente las afirmaciones.