Luego de los límites de la capacidad, ¿qué nos queda?

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Leandro Castelluccio

Parte de la actividad humano conlleva escalar en grados de complejidad respecto a lo que hacemos. Lo que podemos hacer teniendo en cuenta las reglas del mundo se ha ido complejizando, y esto no es un fenómeno exclusivo de dimensiones como la ciencia y la tecnología, sino que es algo fundamental a la autoestima humana. Según mi criterio, esta se cultiva en base a lo que podemos hacer, que es complejo, y donde vamos escalando en complejidad a medida que desarrollamos nuestro potencial. Una pregunta clave que surge teniendo en cuenta que la realidad presenta ciertos límites, que al ser nosotros parte de la misma no podemos escapar en última instancia, entonces qué sucedería cuando en un determinado futuro cuando alcancemos los límites de nuestras capacidades, de lo que podemos hacer como entidad u organismo. Ya no habrá economía que expandir en cierta forma, ninguna nueva tecnología diferencial que inventar, ninguna necesidad particular que cubrir, ¿qué haremos? 

¿Por qué hacemos lo que hacemos?

Si entendemos que la vida carece de propósito como fin en la realidad en última instancia, entonces uno podría pensar que uno mismo debería establecer su propósito, la vida de uno tiene que tener un sentido, de lo contrario uno estaría a la deriva de la existencia. ¿Por qué ese estado es malo? Si identificamos dicho estado como algo que no preferimos para nuestra existencia, debe haber una razón, ¿cuál es el estándar? ¿Por qué rehusamos a ese estado de la vida? ¿Por qué está fuera de lo que preferiríamos? Uno podría pensar que una vida con propósito, sería una mejor vida. ¿Pero por qué? No hay personas sin sentido, las personas sin sentido están muertos, toda acción tiene una causa, algunas de las causas presentan un futuro, otras se quedan en el pasado por decirlo de una manera, pero las de futuro están allí para la mayoría de lo que el ser humano hace, y sin embargo siguen habiendo personas desdichadas. Uno no puede decir que es mejor una vida con propósito si uno no tiene una razón para hacer tal afirmación. El problema es que el propio concepto de mejor necesita aquí un estándar. ¿Qué es lo que determina que algo sea mejor para uno? ¿Cuál es la fuerza, la causa detrás de dicha palabra? El sentido no es exactamente lo más importante aquí, por años las personas han predicado que uno debe tener un sentido, una dirección, un propósito en sus vidas, de lo contrario sus vidas serían arrasadas por un vacío que las perjudicaría, pero en la búsqueda por un sentido, los hombres se han olvidado que el sentido, el propósito, tiene que tener un estándar para ser elegido, las personas han olvidado la necesidad de un criterio por el cual elegir un sentido, un propósito. 

Una persona con sentido puede ser igual de desdichado que un hombre sin sentido, si su propósito no hace más por él, que simplemente mantenerlo con vida, mantenerlo atado a la existencia, sin ninguna recompensa mayor. O si el fin es destructivo para con uno mismo y los demás, de nada sirve llevar a cabo una vida con sentido, debemos pues indagar más profundamente en lo que mueve al ser humano y favorece su vida en algún aspecto. 

Las personas actualmente tratan de definir los parámetros de la felicidad observando a personas que dicen ser felices e identificando los factores involucrados en tal felicidad. ¿Pero y si dicho estándar es pobre? ¿Y si el ser humano obtuviese mayor recompensa bajo estándares que no entran en la noción de felicidad de muchas personas? 

Muchos se quejan que no encuentran sentido en lo que hacen, lo que están diciendo en realidad es que lo que hacen no los recompensa en gran medida. Ese es el peligro de que el propósito se desapegue de la autoestima. Otro problema aquí es la coherencia, el hombre necesita integración, pero sólo se puede necesitar algo por un motivo, como quién necesita alimento y agua si desea vivir. Entonces, ¿cuál es el motivo? ¿Cual es la fuerza, la razón, que nos permite integrar el resto de los aspectos de la existencia de una persona, tal como el propósito? La respuesta es su naturaleza. Y su naturaleza, tal como acabo de mencionar, es la recompensa, el hombre funciona mediante ella, su estándar de preferencia es la naturaleza que recompensa en las cosas. Lo que hacemos es consecuencia de algo, nada podríamos hacer de no haber causas, no sería posible. Lo más importante es la autoestima. Naturaleza permite y busca un estado que sólo podría describirse como sublime, expansivo, y permanente en el largo plazo (el estado de la recompensa) cuando se combina con otras cosas, como en el caso de la autoestima.

La autoestima-felicidad refiere a altos estados de recompensa, los más altos que podemos manifestar, en la medida que se extienden en el largo plazo e implican que favorecen la vida de uno en algún aspecto (que no la destruyen y no afectan la posibilidad de autoestima-felicidad de otros en el largo plazo).

Como indicaba al principio, cultivar autoestima implica lo que uno puede hacer, que escala en complejidad. Sin embargo hay un límite, ¿qué sucederá con nuestra recompensa siguiendo esta evolución? Pensando en términos religiosos, podríamos preguntar en este sentido si es Dios desdichado por estar en los límites del poder.

La eternidad, la capacidad y la creación

Distintas posibilidades pueden darse para los eventos que ocurrirán en el universo, incluyendo nuestra historia en este, ¿pero y si en la estructura fundamental de la realidad está inscripto el agotamiento de las posibilidades del universo? Eso es un aspecto, el universo puede acabarse totalmente en algún punto, sin nuevas posibilidades, un hecho del cual no podríamos escapar. Existimos porque la estructura primordial todavía lo permite, pero puede llegar a un punto donde no más combinaciones serían posibles, no más universos (si existieran múltiples), o no más existencia para el nuestro (ninguna nueva combinación), sólo quedaría una estructura primordial incapaz de dar lugar a nada nuevo. Pero esto tan solo es una posibilidad, y el retorno también (Big bang-Big Crunch, por ejemplo), si se dan ciertas condiciones en la naturaleza de la realidad, , pero imaginar que la primera opción sea posible parece un ataque a la autoestima. ¿Y si un paraíso estuviera atado a esta opción? No habría verdaderamente eternidad, de modo que ni la existencia de una vida más allá de esta garantizaría la inmortalidad. Esto puede atacar nuestra autoestima (al menos una definición particular de la misma), el hombre suele querer eternidad. La quiere en otra vida o en esta, viviendo para siempre. ¿Qué importa que Dios haya muerto siguiendo a Nietzsche? Al ser humano parece que nunca le interesó verdaderamente un dios, solo como medio para garantizar ciertas cosas, como la inmortalidad. El hombre puede tolerar su ausencia, ¿pero puede verdaderamente convivir con la posibilidad de que el universo no permita más posibilidades? ¿O puede convivir con la idea de que una vida “más allá” esté sujeta a esta posibilidad, donde eventualmente ya nada existirá o será posible?  

Todo aquello que ataca la autoestima del hombre debe ser confrontado, porque la autoestima lo demanda. ¿La muerte de Dios? Habría que proclamar quizás la muerte de la eternidad, y hay que superar dicha posibilidad, en parte por la vía de que todo importa en referencia a uno mismo, de efectivamente darse o no. La autoestima no requiere de eternidad, vale lo que uno puede hacer y la recompensa que se manifiesta en referencia a la vida de uno.

¿Como vive uno con estas posibilidades? Pensando en que es posible experimentar las más grandes  posibilidades de la existencia. Pero para nuestras capacidades a futuro, como especie, también llegamos a un estado inerte, por decirlo de una manera, llegamos a un límite. ¿Cómo resolvemos eso? La respuesta parece estar en la creatividad. Así como un gran compositor puede no generar en última instancia un nuevo concierto o sinfonía que sea más complejo de los que ya ha hecho, puede generar variaciones infinitas y distintas de algo que resulta en recompensa y agrado para el mismo, como también para otros. 

Por lo que junto con la autoestima se entremezcla la creatividad, que no necesariamente implica construir en mayor capacidad, sino trabajar con lo que se tiene para generar algo nuevo, y eso forma parte de nuestra felicidad.La creatividad nos permite experimentar cosas nuevas que fomentan la recompensa. Quizás por esta razón, si existe un Dios o una “inteligencia más allá de nuestra comprensión”, la creación de materia, de formas, de vida, sea lo que hace más que cualquier otra cosa.

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